La nit de la Cremà más triste
València, 17 mar (EFE).- Las llamas han devorado esta madrugada el cuerpo central de la falla municipal de València, el de una mujer en la posición meditativa de loto, pero han respetado momentáneamente su busto sereno, reflexivo y tapado por una mascarilla para simbolizar la resistencia y la templanza ante la amenaza global del coronavirus.
Será el 19 de julio, si se cumplen los pronósticos de las autoridades sanitarias, cuando esa gran cabeza femenina sucumba, también, al fuego purificador en que se basan las Fallas, unas fiestas que son Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y tuvieron que aplazarse el pasado día 10 ante el avance imparable de la pandemia y sus riesgos ante una convocatoria popular tan masiva.
En una decisión tomada la tarde de este lunes entre el Ayuntamiento y los artistas -Manolo Martín y José Ramón Espuig, con el apoyo del diseñador urbano Escif-, se acordó que lo que se ha convertido en un tótem de la lucha popular y cultural contra el COVID-19 goce de una prórroga de cuatro meses y fuera solo su cuerpo el que quedara, en este marzo ya histórico, reducido a cenizas.
Y ha ocurrido como se había anunciado oficialmente, sin aviso previo ni publicidad, con nocturnidad y sin boato. La clave era que nadie se congregara en la plaza del Ayuntamiento, el «kilómetro cero» de las Fallas, para ver cómo se quemaba el monumento más turístico y simbólico de cada año en València, que paga el Ayuntamiento -este año, 205.000 euros- y no compite con las fallas de sección Especial.
Las autoridades sanitarias lo habían dejado muy claro: las Fallas de 2020 tenían que aplazarse por el riesgo de contagio en sus aglomeraciones; en los días grandes de Fallas (del 15 al 19 de marzo) suele reunir a un millón de personas, decenas de miles a la vez en actos como las mascletaes de la plaza del Ayuntamiento, los castillos pirotécnicos del paseo de la Alameda o la Ofrenda a la Virgen.
Y la «Cremà» de las Fallas, el broche final de las fiestas que acaban el día de San José, deja cada año la estampa apocalíptica de una ciudad con cientos de fuegos por doquier y miles de ninots ardiendo sin cuartel bajo los himnos valenciano y español ante las lágrimas inconsolables de falleras mayores y niños, muchos niños.
Pero este año no será así. Por primera vez en la historia fallera, y bajo la lluvia de las 0.30 horas de este martes, tercer día de confinamiento en España por el estado de alarma ante la crisis sanitaria del Covid-19, la pieza de mayor envergadura de la falla que iba a girar 360 grados sobre sí misma, para dominar con su meditación cada esquina de la plaza del Ayuntamiento, ha ardido de forma espectacular sin más testigos que bomberos y policías.
El lema de la falla municipal de este año era «Aixó també passarà» (Eso también pasará) e iba a rozar los 20 metros de altura. Durante los preparativos para su «plantà» -prevista para el pasado domingo- se había dejado el cuerpo por un lado y la cabeza por otro, con una mascarilla como gesto de solidaridad por los enfermos de coronavirus que se improvisó tras el anuncio del aplazamiento por esta pandemia.
Se trataba de un monumento innovador y que iba a girar íntegramente cuatro veces al día para reflexionar sobre una realidad efímera y pensamientos y experiencias que vienen y van, como hacen las fallas al purificar con las llamas el trabajo de doce meses y, desde el 20 de marzo, subirse al carro primaveral para afrontar un nuevo año de arte efímero, satírico y evocador.
Y ese es el sentido de estas fiestas, como defendía estos días el concejal de Cultura Festiva y presidente de la Junta Central Fallera, Carlos Galiana, al asegurar que «se tienen que quemar» y por eso propuso una cremà «a puerta cerrada» con la del Ayuntamiento y las dos de Especial (Na Jordana y Cuba-Literato Azorín) que ya no podían ser desmontadas y trasladadas hasta julio a Feria Valencia.
Llega ahora el postre más duro de las Fallas recientes, el «¿y ahora qué?» de un gremio, el de artista fallero, que llegaba ya muy tocado y ha sufrido el mazazo del aplazamiento por la pandemia, con docenas de sus monumentos guardados en naves hasta julio y sin saber cuántas comisiones falleras podrán contratarles para 2021.
Ante las pérdidas millonarias del sector por esta suspensión -media ciudad estaba ya lista en plena calle para las Fallas-, la llegada de la primavera será este año muy poco florida, con más interrogantes que certezas ante una fiesta que nunca se ha celebrado antes en pleno verano. Si el coronavirus le deja, claro. EFE