Teletrabajo y perspectiva de género
Artículo de Isabel García. Ex–diputada de Igualdad y Feminista
Todas las crisis, del tipo que sean, suponen también la puesta en marcha de nuevas oportunidades y de cambios en la estructura económica de un país o en el modelo productivo, pero sobre todo cambia la vida de las personas.
Lo estamos viendo con el Covid-19. Uno de esos cambios viene de la mano del ámbito laboral. Aquello que hace tan solo unos meses era imposible se ha convertido en la herramienta para salvaguardar miles de puestos de trabajo. Lógicamente hablo del teletrabajo. Pero nada es perfecto y si bien como decía, su desarrollo estos meses ha permitido hacer más fácil el acceso al puesto de trabajo, para las mujeres se ha convertido en un arma de doble filo que incrementa las desigualdades ya existentes en una sociedad marcada por los estereotipos de género y la brecha salarial.
Los riesgos del teletrabajo son varios. Desde la falta de control en las condiciones laborales y de salud hasta las dobles y triples jornadas que las mujeres terminarán asumiendo porque ya que estás en casa te encargas de los cuidados familiares y de paso del mantenimiento del hogar. A esto le podemos sumar que el aislamiento social condicionará las posibilidades de promoción tanto económica como jerárquica. La toma de decisiones no se toma en el salón de casa y en pijama sino en los despachos o las comidas de empresas.
No quiero tampoco demonizar ni a quienes han optado por esta fórmula, ni a la misma, pero si digo que para que no se produzcan estas desigualdades es necesario un marco normativo que lo regule teniendo en cuenta en primer lugar la necesaria corresponsabilidad y la flexibilidad para que se pueda alternar el teletrabajo con la presencia física y también más políticas transversales con perspectiva de género.
No se pueden tomar decisiones respecto a la educación digital de los niños y niñas sin tener en cuenta que esas tareas escolares tendrán que ser apoyadas por los progenitores, aunque la realidad es que serán las madres las que asuman esa obligación por citar un ejemplo actual.
A lo largo de la historia los puestos de trabajo han sido diseñados por y para los hombres en todos los sentidos desde los horarios, la organización, las áreas, las máquinas o los espacios sin tener en cuenta las responsabilidades familiares, de cuidados o diferencia biológicas. Por ello es necesario cambiar este modelo y aprovechar esta nueva era laboral para avanzar en la igualdad, la ruptura de los techos de cristal y la brecha salarial.