Menos votos, más compromiso
Milagrosamente, la crisis pandémica ha sobrevenido tras un año electoral. Y exceptuando la inminente llamada a urnas en Galicia y Euskadi, o la permanente posibilidad en Cataluña, nos queda un largo periodo hasta nuevas elecciones. Obviaré la contribución que pueda hacer VOX a la reconstrucción del país tras el tsunami COVID, pero no en menoscabo de sus millones de votantes sino por la cerrazón de sus líderes, empeñados en disociar patria y evolución. El insulto y la provocación complementan la falta de argumentos. Ojalá la democracia sea capaz algún día de sanar sus propias heridas.
Ni la derecha española, léase Partido Popular, ni los partidos nacionalistas de ámbito territorial pero igualmente sistémicos, pueden eludir su responsabilidad en un escenario grave e incierto. En alguna ocasión he referido el papel inofensivamente destructivo de Ciudadanos bajo la batuta de Albert Rivera; hoy celebro sus recientes avances hacia la utilidad política. Lo que quiero decir es que no es momento de tacticismos electorales. A España le sobran votos y le faltan compromisos. La bronca y la ciega confrontación llevan al desgobierno, mas no contra un partido político en concreto sino contra una ciudadanía exhausta, harta de no encontrar solución a sus problemas en las algarabías de las Cortes Generales.
No es ningún secreto que el gobierno de Pedro Sánchez adolece de capacidad parlamentaria para legislar cómodamente. Las prórrogas del estado de alarma se han sudado hasta la extenuación. ¿Vamos a someter también las medidas de reconstrucción que necesita el país al oportunismo y el ombligo de uno u otro partido? Es hora de aceptar el mandato legítimo del Gobierno de España y de pelear, cada cual con su discurso pero en un mismo sentido, por recomponer los espacios perdidos. Primero, reconstruyamos el deshecho social y económico que la pandemia enmascara; después, rehabilitemos la escena política y recuperemos el choque verbal. Paso a paso. No convirtamos antes de tiempo la política en un circo de fieras, porque el público acabará torciendo el pulgar y condenando la democracia a un sainete cómico e inoperante.
Los partidos políticos son estructuras cuyo fin último es plasmar su ideario de justicia social en la gestión pública. Y para ello necesitan obtener la confianza del electorado. Si los partidos no somos capaces de responder a los retos planteados, el populismo y el descreimiento correrán como un virus endiablado de boca en boca. Y si se me permite, pondré el pequeño ejemplo de Xirivella, la localidad de la que soy alcalde. En todo momento he consultado y pactado con la oposición las medidas que, dentro de nuestro margen presupuestario, se podían adoptar contra la pandemia, obteniendo valiosos consensos en beneficio de la ciudadanía. Ese es el camino que sugiero: fortalecer las instituciones con grandes acuerdos enfocados al bien común y aplazar la refriega política hasta mejor ocasión. Tal vez no salga nadie al balcón a aplaudirnos, pero habremos actuado correctamente