Aliaga: “Hacer una ‘dolçaina’ es como cuidar a un hijo, requiere cariño”
Hablar de las dolçainas en la provincia de Valencia es hablar de la saga Aliaga. Esta familia lleva más de 100 años haciendo de manera artesanal este instrumento típico valenciano.
Vicente Aliaga, ya jubilado, es la tercera generación. “El taller lo empezó mi abuelo, después mi padre y con el tiempo continuamos mi hermano y yo. Hemos hecho miles de dolçainas y cada una es diferente”.
Y es que de eso sabe mucho Vicente Aliaga. “Al principio las dolçainas se hacían con la madera que tenía la gente en sus campos. Muchas eran de garrofera. Con el tiempo se empezaron a utilizar maderas más nobles como el granadillo o el palo santo”.
El proceso de elaboración artesanal de una dolçaina es de seis horas. “La madera está en estado original por lo que hay que desbastarla, se hace el agujero central, se tornea y se hacen los agujeros. Dependiendo de si la dolçaina es SOL o FA es más larga o más corta. Es un proceso que requiere mucha tranquilidad. Hacer una dolçaina es como cuidar a un hijo, hay que tener mucho mimo”.
La dolçaina está compuesta por tres partes; el cuerpo central, el tudel y la caña. “Es muy importante que para que una dolçaina suene bien que la caña sea del Mediterráneo. También es muy importante la madera con la que está hecha la dolçaina e incluso el momento en el que se cortó. La mejor época para cortar la madera es cuando la luna está menguante en el mes de enero porque en ese momento la sabia está paralizada”.
Seña cultural
Aliaga hace ya unos años que está jubilado aunque sigue, como hobby y bajo encargo, haciendo dolçainas. Han llegado incluso a encargarle dolçainas desde muchos puntos de España.
Ahora Vicente Aliga recuerda con nostalgia los años en lo que se producían muchas dolçainas e insiste en “la importancia de mantener vivo este instrumento como seña de cultura valenciana”.
Ahora ya apartado del taller familiar Aliga sigue dando impulso a este instrumento. Forma parte del Grupo de Dolçaina de Tavernes Blanques .