De la vejez y otros lastres
Enciendo el televisor y aparece Chicote, resultaba alucinante la falta de escrúpulos de algunas empresas por negar a los viejecitos, esos que ya no molestan, lo mínimo, lo necesario, algo como una comida en condiciones. Somos un país que regula tantas cosas pero a la vez se incumplen tantas cosas, que cabrearse no es una opción si no un estado natural. Punto para Chicote. En que clase de sociedad nos hemos convertido, aquellos cuya voz no puede oírse, aquellos que se bajaron de la sociedad simplemente por que su línea del tiempo iba en un sentido inverso a la de otros. Ser joven, bello, sin arrugas, ágil, estar en buena forma, son valores que cotizan al alza como si Peter Pan lo fuera a ser siempre y el tiempo nunca fuera a alcanzarnos. Ser mayor ser “viejo” no cotiza lo más mínimo. Nosotros quizá con el tiempo también miraremos con ojos extraviados y nos preguntaremos por qué nadie nos oye, nadie nos reconforta, nadie nos visita. Quizá esta nave no vaya con un rumbo demasiado acertado pero por si acaso soltamos lastre.
Artículo de Antonio G. Aroca. Documentalista y Bibliotecario. Mail de contacto: agaroca@hotmail.com