Discurso del President de la Generalitat, Carlos Mazón, en el Día de la Constitución Española
La música alegre, que luego nos brindará la Banda Municipal de Castellón, y la lectura de los artículos de nuestra Carta Magna, nos aportan serenidad.
Esa serenidad y equilibrio que se siente en esta tierra por formar parte de un proyecto colectivo que nos permite ser como somos, y aportar lo mejor al desarrollo común.
Serenidad y equilibrio, que permite también la exigencia, para reivindicar aquellos elementos que consideramos necesarios para asentar un proyecto de Comunitat que puede aportar mucho más al futuro de España.
Hoy, más que nunca, este acto institucional debería iluminar las enormes virtudes no solo de nuestra suprema Ley, sino también destacar el profundo sentido colectivo que dio lugar a su aprobación, el intenso debate de los trabajos de las Cortes constituyentes, y la posición de las fuerzas políticas que la hicieron posible.
Conviene recordar ese pasado, porque a veces no se insiste de forma adecuada en lo que representó esa decisión colectiva de todo pueblo español. Habría que hacer más pedagogía de todas aquellas renuncias singulares, que se convirtieron en una suma de energía de toda España.
Lo que en 1978 era una incógnita, un camino por recorrer, se ha revelado con el tiempo en una certeza, un trayecto seguro lleno de buenas noticias colectivas.
Hubo renuncias para alcanzar un objetivo común, que no era de nadie, pero fue de todos.
Conviene recordar que en la petición del voto favorable a la ratificación del pueblo español a aquel texto, coincidieron distintas fuerzas políticas de todo el espectro político, a izquierda y derecha.
Con un resultado en el voto favorable que alcanzó casi el 92% de los votantes aquel 6 de diciembre.
Por eso hoy es día para conmemorar que la decisión sobre el futuro fue buena. Y la hemos de reivindicar con una nueva fortaleza, demostrando que no es un documento que se ha de superar porque no sirve, sino explicando una y otra vez, con un renovado impulso, de qué ha servido, cómo sigue siendo útil y de qué manera podemos contribuir a su protagonismo.
Utilizando el posesivo, porque corresponde, nuestra Constitución, recuperando el compromiso, el afecto y el sentimiento de pertenencia. Porque la Constitución no es un documento abstracto, del pasado, de otra generación, que tenga que ser conmemorado como un libro antiguo, que tiene que ser reescrito.
Es un documento vivo. Plenamente vigente.
Porque no es cierto que existan dos mundos, dos trincheras enfrentadas que no han podido gobernar en alternancia. Este casi medio siglo de Constitución ha permitido la resolución de problemas que en nuestra historia política parecían no resueltos, y que este documento permitió superar.
La diferencia, claro está, es que en ese origen existía una aspiración de estabilidad, un propósito de consenso, un ejemplo de rigor y generosidad que fue elogiado en todo el mundo como un ejemplo de tránsito hacia la democracia, y que merece un recuerdo de gratitud.
Ese instrumento demostró que era posible la convivencia, proyectos políticos alternativos con encaje en la Constitución, un nivel de autogobierno y desarrollo territorial inigualable en cualquier otra parte de la Unión Europea.
No es posible tomarse en serio determinados discursos que pretenden reescribir el pasado, aspirando a determinados avances que hagan posible la comprensión entre todos, cuando llevamos medio siglo en que nos hemos comprendido todos.
Que en España se ha podido ser liberal, socialista, conservador, nacionalista, democristiano o comunista, sin ningún tipo de problema.
Que ha habido territorios gobernados desde el nacionalismo en ese marco de la Constitución.
Que ha habido leyes diversas con idéntico encaje en la Constitución.
Que ha habido programas políticos de gobierno diversos, con sustento todos ellos en el marco de la Constitución.
Por eso, como president de la Generalitat, como presidente de una Comunitat Valenciana que recupera su autogobierno gracias a esa Constitución, mantengo que España no tiene un problema con su Constitución, sino todo lo contrario. Cuando uno lee la Constitución, ese documento tiene una fortaleza rotunda, una modernidad notoria, y una buena prueba es su estabilidad durante casi medio siglo.
Desde 1978 el centro derecha ha gobernado España durante 18 años y 16 meses. Desde 1978, la izquierda ha gobernado España durante 26 años y 7 meses.
¿Qué mayor ejemplo de alternancia entre proyectos, de apertura para gobiernos distintos, si lo que se busca la estabilidad?
Todo ha tenido encaje.
Todas esas alternancias han sido posibles sin que haya saltado ninguna costura de la Constitución, y hemos de trabajar para que recuperemos aquel impulso inicial, aquel pacto histórico que dio lugar a la transición, con aportaciones e influencias plurales con idéntica amplitud para seguir regulando nuestra convivencia.
El problema no es la Constitución. Su lectura nos lo acredita. Porque estoy convencido que ese 90% de la ciudadanía existe todavía, ha de ser escuchado, y ha de tener mayor protagonismo que quien pretenda decidir en exclusiva un futuro, que nos corresponde a la inmensa mayoría de los ciudadanos.
Por eso hemos de volver a su contenido, como cuando uno acude a la lectura de los libros de siempre, al Tirant lo Blanch, al Quijote, y descubre su profunda sabiduría, lecciones que todavía pueden aplicarse.
Volvamos a su contenido.
Volvamos a releerla sin buscar en una Constitución ni emociones ni diversión, ni fórmulas de partido, sino tan solo la capacidad de ordenar la convivencia.
Veremos que todo es posible, que su capacidad de desarrollo está intacta, y permite caminos plurales y diferenciados, pero siempre dentro de la Constitución.
Los principios de igualdad y solidaridad siguen vigentes, y su reivindicación no tiene denominación de origen.
Pienso, por ejemplo, en el artículo 14:
“Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social”.
No lo podríamos escribir mejor en 2023.
Pienso, y pienso en el agua, en el contenido del apartado 1 del artículo 128:
“Toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general”.
No se podría escribir mejor 45 años después.
Pienso, por ejemplo, en el contenido del artículo 138:
“1. El Estado garantiza la realización efectiva del principio de solidaridad consagrado en el artículo 2 de la Constitución, velando por el establecimiento de un equilibrio económico, adecuado y justo entre las diversas partes del territorio español, y atendiendo en particular a las circunstancias del hecho insular.
2. Las diferencias entre los Estatutos de las distintas Comunidades Autónomas no podrán implicar, en ningún caso, privilegios económicos o sociales”.
Es un contenido vibrante de una radical vigencia, y no lo redactaríamos mejor ahora.
Igualdad, solidaridad y equilibrio a las que aspirábamos en 1978, y a las que debemos seguir aspirando con firmeza, porque son patrimonio de todos.
Un régimen constitucional requiere estabilidad, alternancia entre proyectos, apertura para que puedan gobernar unos y otros. Esto continúa siendo posible, porque los grandes problemas políticos, los grandes problemas de Estado, no son problemas del funcionamiento de la maquinaría constitucional:
-Ni la vivienda para los jóvenes.
-Ni la igualdad entre territorios o personas.
-Ni el déficit hídrico que afecta a territorios como el nuestro.
-Ni el invierno demográfico.
-Ni el despoblamiento o el equilibrio territorial.
-Ni la sostenibilidad de nuestro sistema de pensiones.
No hay nada que no podamos resolver dentro de la Constitución. Todo el entendimiento es posible.
La Constitución nos protege del conflicto, de la discordia, la desigualdad o la discriminación. Como hicimos en el pasado.
Hemos de conseguir que nuestra sociedad vuelva a ser esa sociedad unida, a la altura de esa Constitución ratificada por una inmensa mayoría, y no de nuevo una Constitución de unos contra otros.
Vuelvo a su contenido. No seríamos capaces de escribir mejor el artículo 2 de la Constitución:
“La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”.
Ese fundamento de unidad, y esa garantía de la autonomía, han permitido las mejores décadas de nuestra historia para la Comunitat Valenciana y el conjunto de España.
Queridos, Vicente, Joaquín, Jaume y Emerit, os cito tuteándoos, sin hacer gala de vuestro apellido, con vuestro nombre de pila, no por falta, como todo el mundo sabe, ni de respeto y ni de admiración, sino como representante de una Comunitat que se siente cercana a vosotros y está muy agradecida.
Que tiene tiene hoy la necesidad de volver la mirada al ejemplo vivo, en nombre de muchos compañeros y compañeras que representáis, por esa referencia constitucional.
El primer párrafo de nuestro himno regional es para ‘ofrenar noves glòries a Espanya’, vosotros si he habéis ofrecido nuevas glorias a España.
¡Viva la Constitución!
¡Feliz Día 6 de diciembre!