La forja de un líder

(Artículo de opinión de Michel Montaner. Alcalde de Xirivella, diputado del PSPV en Les Corts Valencianes y miembro del Comité Federal del PSOE)

Una de las ventajas de pertenecer a un partido con 140 años de historia es la facilidad para encontrar referentes de honradez e integridad. Ciertamente, aquellos que ahora, partiendo de cero, se presentan como regeneradores de la vida política española podrán alegar también que acumulamos incoherencias y desmanes. Tan solo me pregunto, a tenor de los acontecimientos presentes, qué sería de esas formaciones políticas con el casi siglo y medio de vigencia del PSOE. La respuesta es propia de plumas visionarias como las de George Orwell o Julio Verne. Inquietante, en todo caso.

Aludo a la historia de mi partido, esa que yo defiendo con orgullo y entusiasmo, para rescatar al insigne Arturo Barea (Badajoz, 1897 – Faringdon, Inglaterra, 1957). Algunos le conocerán por su prodigiosa trilogía ‘La forja de un rebelde’, obra de referencia para estudiosos de la Guerra Civil y la II República. Barea nació en el seno de una familia humilde y llegó a codearse, como responsable de la Oficina de Prensa y Propaganda de la República, con escritores de la talla de Ernest Hemingway o John Dos Passos. Y todo en aquel Madrid del “No pasarán”, el Madrid de las milicias y los bombardeos diarios desde la orilla oeste del Manzanares. Autodidacta, constante, firme en sus convicciones de progreso y libertad, Arturo Barea jamás dio su brazo a torcer. Digamos que, con su intachable trayectoria como militante socialista, fue un precursor del ‘No es No’ actual.

El PSOE es rico en casos de honradez y también en liderazgos. Desde la valentía personal que mostró nuestro fundador Pablo Iglesias, pasando por la heroica resistencia de Indalecio Prieto y Largo Caballero ante las arremetidas del fascismo, hasta llegar a los profundos e históricos cambios introducidos por Felipe González. El compañero José Luis Rodríguez Zapatero fue un estadista eficiente que puso solución a dos de los grandes problemas que tenía España durante su mandato: el desafecto del nacionalismo catalán (luego, otros vinieron y la torcieron) y la criminal y anacrónica agonía de ETA. Del secretario general Alfredo Pérez Rubalcaba lamentaremos siempre que cogiese las riendas en un mal momento. Era, cuando menos, un líder a la altura de todos los demás.

Y tras estos avatares llegamos al tiempo presente. Pedro Sánchez se llama nuestro líder. Pedro Sánchez se llama la persona que ha unificado el partido en visión y estrategia. Pedro Sánchez se llama el militante que cogió un PSOE en caída libre y lo ha situado como fuerza más votada. Se llama Pedro Sánchez el político que demostró una audacia parlamentaria sin precedentes arrebatando el poder a un Partido Popular manchado por la corrupción y la soberbia. En Xirivella creímos en él desde el principio y ahora creemos más que nunca: nosotros le llenamos la plaza, él llenó nuestros corazones.

Escribo estas líneas, por encargo de El Meridiano, unas horas antes del inicio de la sesión de investidura del próximo presidente del Gobierno. A día de hoy, rige la incertidumbre sobre los apoyos parlamentarios que recabará nuestro líder. Tan solo hago un apunte. La responsabilidad de formar un gobierno sólido y estable recae principalmente en el candidato, pero son necesaria e ineludiblemente copartícipes aquellos que se definen como progresistas; aquellos que dicen recoger y compartir el testigo de las políticas de izquierdas; aquellos que, como el líder de Unidas Podemos, dicen estar comprometidos con las libertades y el avance social.Pablo Iglesias ha supeditado hasta el último momento el apoyo de su formación a su propia presencia en el Consejo de Ministros.En el PSOE nunca entendimos esa obcecación.Su paso atrás le honra y le acredita como negociador razonable.

No es momento para experimentos gubernamentales ni para personalismos superlativos. Si queremos que España sea actor referente en políticas de progreso, a la vez que garante de estabilidad y rigor fiscal, la izquierda debe mantenerse unida en torno a Sánchez. Tal vez la insólita fragmentación electoral de la derecha nos ha dado una ventaja inesperada, pero no será por mucho tiempo. La derecha en España ha sido siempre monolítica. Y no tengo la menor duda de que, como gotas de mercurio, será capaz de reagruparse de nuevo para asaltar el poder. Será mucho más temible en ese momento porque deberá casar sensibilidades cada vez más extremas.

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