La investigadora de Meliana Estefania Ferrer del Río confirma el destacado papel de Rodrigo de Mendoza en el renacimiento italiano en España
La investigadora de Meliana Estefania Ferrer del Río confirma el destacado papel de Rodrigo de Mendoza, I marqués del Cenete, en la introducción del renacimiento italiano en España a través de Valencia
A raíz de las pesquisas que esta filóloga clásica y doctora en Geografía e Historia ha realizado a propósito de su tesis doctoral, defendida en la Facultat de Geografia i Història de la Universitat de València, sobre la biblioteca y el espíritu coleccionista del aristócrata Rodrigo de Mendoza y Lemos (1468-1523), le han permitido reconstruir con mayor profundidad y verosimilitud su complejo perfil biográfico.
Hijo del cardenal y arzobispo primado de Toledo, Pedro González de Mendoza (1428-1495), personalidad de gran ascendencia y poder en el entorno de los Reyes Católicos, y nieto del noble y literato Íñigo López de Mendoza (1398-1458), más conocido como el marqués de Santillana, después de recibir una esmerada educación cortesana participó en la guerra de Granada y, a las órdenes del Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba, en las campañas de Italia. Diversos asuntos de cariz militar o de índole privada y artística le hicieron viajar hasta en tres ocasiones a Italia (Sicilia, Nápoles, Roma, Florencia, Milán o Génova) entre 1494 y 1506, años en los que se hallaban en activo algunos de los genios del Renacimiento al servicio, entre otros clientes y mecenas, del papado (Alejandro VI y Julio II) o los Médici, Montefeltro, Sforza, D’Este…
“Rodrigo de Mendoza participó en la guerra de Granada y, a las órdenes del Gran Capitán, en las campañas de Italia. Diversos asuntos de cariz militar o de índole privada y artística le hicieron viajar hasta en tres ocasiones a Italia entre 1494 y 1506, años en los que se hallaban en activo algunos de los genios del Renacimiento”
Los Mendoza, además de ser uno de los linajes nobiliarios castellanos más poderosos e influyentes desde la baja Edad Media, fueron en líneas generales una familia de gran cultura y apego por lo italiano desde tiempos del marqués de Santillana. Amantes de la literatura clásica y de las nuevas corrientes literarias que desde el Trecento caracterizaba a los escritores transalpinos, formaron excepcionales bibliotecas, fomentaron las traducciones al castellano, coleccionaron todo tipo de antigüedades, pinturas, tapices, orfebrería… y patrocinaron notables obras artísticas y arquitectónicas que contribuyeran a aumentar y perpetuar su fama.
El I marqués del Cenete, también I conde de Cid (por creer los Mendoza que descendían de aquel afamado adalid) y señor de Ayora, hizo gala durante su vida de un carácter tan aguerrido como polémico e irascible, lo que le granjeó la enemistad con algunos de sus parientes, contemporáneos y, sobre todo, con los Reyes Católicos y el emperador Carlos V, circunstancia que no fue óbice para que se convirtiera en uno de los primeros introductores del pleno renacimiento en España a través de la remodelación de la fortaleza-palacio de La Calahorra, en sus posesiones cerca de Granada, en el que trabajaron Lorenzo Vázquez de Segovia, arquitecto fetiche de su padre, y especialmente Michele Carlone y sus colaboradores italianos entre 1509 y 1512 en base a los modelos que se hallaban en el Codex Escurialensis (uno de los dos álbumes de dibujos que poseía en su biblioteca y que desde 1576 se halla depositado en la magnífica biblioteca del monasterio de El Escorial, Madrid).
“El marqués del Cenete hizo gala durante su vida de un carácter tan aguerrido como polémico e irascible, lo que le granjeó la enemistad con algunos de sus parientes, contemporáneos y, sobre todo, con los Reyes Católicos y el emperador Carlos V. Fue, asimismo, uno de los primeros introductores del pleno renacimiento en España a través de la construcción de la fortaleza-palacio de La Calahorra cerca de Granada”
La Calahorra se viene considerando el primer edificio renacentista construido internamente a la italiana en España, en especial por su elegante cortile de dos plantas, portadas, escaleras, heráldica e inscripciones latinas, cuyos fragmentos se importaron ex profeso de Génova. Lo que hasta ahora no se sabía era que Rodrigo de Mendoza había viajado por vez primera a Italia en 1494 y que en su tercer desplazamiento a la península de los Apeninos (1504-1506) habría aprovechado la resolución de algunos asuntos personales en la curia papal para viajar a Florencia y adquirir probablemente dicho corpus de dibujos del entorno del pintor Filippino Lippi (fallecido el 18 de abril de 1504), quizás a través de Fernando Llanos (Ferrando lo spagnuolo?) o Fernando Yáñez de la Almedina, conocidos pintores manchegos que llegaron a trabajar conjuntamente como los Hernandos, pues alguno de ellos, o ambos, colaboraron tanto con Lippi como con Leonardo da Vinci.
“No se sabía que Rodrigo de Mendoza había viajado por vez primera a Italia en 1494 y que en su tercer desplazamiento a la península de los Apeninos (1504-1506) habría aprovechado la resolución de algunos asuntos personales en la curia papal para viajar a Florencia y adquirir probablemente el Codex Escurialensis del entorno del pintor Filippino Lippi, quizás a través de Fernando Llanos o Fernando Yáñez de la Almedina, los Hernandos, quien además pudo convencerles de que volvieran a España”
Se da la circunstancia de que, a la muerte de Lippi, uno de los Hernandos trabajó a las órdenes de Da Vinci en el cartón preparatorio para la “Batalla de Anghiari” que debía ejecutarse en el Palazzo Vecchio de Florencia (como ya se ha referido, posiblemente Fernando Llanos), proyecto que, inconcluso, abandonó Leonardo al trasladarse a Milán el 30 de mayo de 1506. Ante tal disyuntiva: la desaparición de Lippi, la marcha de Da Vinci y la presencia de Rodrigo de Mendoza y de alguno de los Hernandos, o de ambos, en la capital de la Toscana, la investigadora valenciana sopesa la hipótesis de que el noble pudiera haber adquirido el citado Codex merced a sus servicios y, además, convencer al pintor o a los pintores hispanos, de poder trabajar para él dada su sensibilidad y conocimiento artísticos, proyectos edilicios y desahogada economía.
El dato de que no sólo el marqués sino los Hernandos aparezcan en la ciudad de Valencia entre abril y junio de 1506 respectivamente, es decir inmediatamente después del episodio italiano, refuerza las fundadas sospechas de la filóloga, pues tanto Llanos como Yáñez se establecieron en la capital valenciana donde pintaron las doce escenas de las puertas del retablo mayor de su catedral (1507-1510), uno de los primeros programas pictóricos netamente renacentista italiano que se ejecuta en tierras españolas en los inicios del siglo XVI. Otra circunstancia que viene a avalar la investigación de Estefania Ferrer es el hecho de que un personaje anónimo que aparece en una de las escenas del conjunto catedralicio (la “Presentación de Jesús en el Templo”) y en la tabla “Nacimiento con donante” (Colección particular, Madrid), las dos de manos de Llanos, vagamente identificado desde 1998 como Jerónimo de Vich, noble valenciano que se desempeñó como embajador de Fernando el Católico y Carlos V en Roma entre 1507 y 1521, sea en realidad el propio Rodrigo de Mendoza, pues su atuendo y complementos denotan pertenecer a un aristócrata vestido a la moda italiana, su collar recuerda la heráldica mendocina y su efigie es la misma –salvo que imberbe y más joven- que la que se halla en su magnífico sepulcro de mármol de Paros, en la capilla de los Reyes del convento de Santo Domingo de Valencia.
“El dato de que no sólo el marqués sino los Hernandos aparezcan en la ciudad de Valencia entre abril y junio de 1506 respectivamente, es decir inmediatamente después del episodio italiano, refuerza las fundadas sospechas de la filóloga”
“Otra circunstancia que viene a avalar la investigación de Estefania Ferrer es el hecho de que un personaje anónimo que aparece retratado en dos de las pinturas de Llanos, en su etapa valenciana, sea en realidad el propio Rodrigo de Mendoza, pues su efigie es la misma –salvo que imberbe y más joven- que la que se halla en su magnífico sepulcro de mármol de Paros, en la capilla de los Reyes del convento de Santo Domingo de Valencia”
De ser ciertas las averiguaciones de la investigadora, se confirmaría el rol de Rodrigo de Mendoza, I marqués del Cenete, como introductor indiscutible del primer renacimiento italiano en España al poseer, además de una de las mayores bibliotecas de su tiempo, valiosos tapices, joyas, armas, pinturas, dos álbumes de dibujos (uno de ellos el conocido como Codex Escurialensis 28-II-12)… varias localidades, fortalezas, casas, extensas propiedades y un palacio edificado internamente a la romana al abrigo de una fortuna formidable, así como por haber traído y avalado a los Hernandos, introductores de las fórmulas artísticas del renacimiento italiano maduro después de los afortunados episodios protagonizados sucesivamente desde el siglo XV por Giuliano di Nofri, Paolo da San Leocadio, Francesco Pagano o Bernabeo di Tadeo di Piero de Pone en la catedral de Valencia.
“De ser ciertas las averiguaciones de la investigadora, se confirmaría el rol de Rodrigo de Mendoza como introductor indiscutible del primer renacimiento italiano en España”
La fama de este condottiere castellano, sin embargo, alcanzó su cénit después de su muerte acaecida al finalizar el último conflicto bélico en el que intervino, las Germanías, al ser enterrado primero en el convento de la Trinidad de la capital valenciana, donde estaba sepultada la reina María de Castilla entre otros próceres, y después en la capilla real que se había construido antaño en el monasterio de Santo Domingo para albergar los restos del monarca aragonés Alfonso el Magnánimo (†1458) que nunca se utilizó para ese fin, gracias al buen hacer de su primogénita y heredera Mencía de Mendoza (1508-1554) ante Carlos V. Un espléndido sepulcro labrado en Génova, trasladado y montado en dicho lugar hacia finales de 1565 donde todavía permanece a la vista de militares, feligreses y visitantes al desempeñarse como iglesia castrense de la antigua Capitanía General de Valencia.
“La fama de este condottiere castellano, sin embargo, alcanzó su cénit después de su muerte acaecida al finalizar las Germanías, al ser enterrado en la capilla real que se había construido antaño en el monasterio de Santo Domingo para albergar los restos del monarca aragonés Alfonso el Magnánimo”