La Passejà de Sant Onofre viste de luz, pólvora y música la noche de Quart de Poblet

Quart de Poblet vibró ayer con su tradición más arraigada, la Passejà de Sant Onofre, declarada Fiesta de Interés Turístico Local de la Comunidad Valenciana. Este año, las fiestas en honor del patrón del municipio tienen un significado especial, ya que se celebra el 25 aniversario de la asociación “Amics de la Passejà”, que nació en 1989 con el objetivo de asegurar la continuidad y el prestigio de esta fiesta, contando con el apoyo económico y logístico del Ayuntamiento.

Como ya es tradición desde hace unos años, uno de los momentos más sensibles y emotivos de la Passejà fue, por la carga de continuidad de la tradición que tiene, la “roda de foc” protagonizada por los niños y niñas premiados en el XII Concurso Escolar Quart 2014, con el tema: “Sant Onofre i la Passejà”, que organiza la citada asociación con el objetivo de transmitir a los más jóvenes la pasión por una de las señas de identidad de Quart de Poblet, asegurando que no se pierda en el olvido.

En el acto participó una nutrida representación de la corporación municipal, encabezada por la alcaldesa, Carmen Martínez, y no faltaron la tradicional foto de familia, el espectáculo pirotécnico con Gori, la música a cargo del tabal y la dolçaina de Va de Bo (este año interpretaron piezas relacionadas con el fuego) y de la SAM La Unió, y las rosquilletas con horchata.

Los actos conmemorativos de la festividad de San Onofre, que se celebra hoy, 10 de junio, continúan con la misa en la ermita, una mascletà, el concierto extraordinario a cargo de la “Agrupació Musical L’Amistat” y la procesión desde la ermita hasta la iglesia de la Purísima Concepción.

El viernes 27 de junio, se cerrará el programa con la pujà del santo desde la iglesia de la Purísima Concepción hasta la ermita de nuevo.

El nacimiento de la Passejà se remonta al siglo XVIII. Cuentan los mayores que al finalizar la primavera de 1723 la situación de los labradores de Quart de Poblet, que eran la mayoría de los habitantes del pueblo, era desesperada. Había una gran sequía y los meses de lluvia habían pasado sin dejar casi agua. El río, además, apenas llevaba caudal, y las acequias hacía días que no portaban agua.

Por esta razón, cuando en la noche del 9 de junio se arremolinaron las nubes de tempestad, en muchas casas empezaron a dar gracias a san Onofre por haber escuchado sus peticiones y no haber abandonado a sus hijos de Quart en esa situación angustiosa. Pero la alegría en seguida se convirtió en un grito de desesperación cuando empezaron a caer en las calles del pueblo gordas piedras de granizo: Si las cosechas estaban debilitadas, aquella piedra sería la perdida completa y el paso al inicio de una temporada de hambre. Los labradores salieron en plena noche a los campos para tratar de salvar lo que se pudiera. Allí, en la huerta, se percataron de que mientras al pueblo continuaba cayendo la piedra, en los campos sólo llovía agua beneficiosa.

En seguida, entendieron que eso era una señal de la protección del patrón del pueblo y, corriendo, se concentraron en la puerta de la ermita, y abriendo las puertas, sacaron el anda de viejo ermitaño para agradecerle su intervención milagrosa.

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