La plaza como espacio público

Patrimonio transformado

Jaime Alcayde. Arquitecto/

El ciudadano recorre las calles de la ciudad, las avenidas, y cuando llega a la plaza se para. La plaza es el lugar donde el espacio se ensancha y la gente se agrupa, se manifiesta o celebra algo.

Pero la plaza además es el espacio de representación, los municipios se identifican en ellas. Cuando pensamos en ‘la plaza de la constitución’, ‘del ayuntamiento’ o ‘de la iglesia’ obtenemos la imagen principal de una ciudad. Por dos razones: por la relevancia de los edificios que allí recaen y por el uso que se le da a este espacio.

La transformación de estas plazas a lo largo del tiempo es el punto clave. Históricamente, la plaza se ha creado de diferentes maneras; el ágora griego o el foro romano, eran cuidadosamente planificados; las plazas medievales eran más bien pequeñas o improvisadas, resultado de cruces de calles o ensanchamientos irregulares (el largo italiano); y fue en los siglos XIX y XX cuando se abrieron grandes plazas dentro de la trama urbana, resultado del derribo de manzanas enteras en un proceso planificado de ‘saneamiento’ de la ciudad (sventramento).

Ahora no estamos en el momento de crear nuevas plazas, sino de (poder) transformar las existentes. Después de muchas décadas en las que el espacio se ocupó con aparcamientos de coches, algunos municipios se ‘aventuraron’ a peatonalizarlas; y no solo esto, sino que además se diseñaron como espacio público. En esto fueron pioneros los pueblos de l’Horta Sud, con ejemplos de plazas ‘mayores’ como las de Torrent o Sedaví, o la espectacular Plaça del Pais Valencià de Alfafar.

En este proceso, algunos Ayuntamientos han promocionado los ‘concursos de ideas’ para la transformación de sus plazas. En general los resultados son siempre sugerentes, pero no tienen porqué ser directamente aplicados a la realidad. Uno de los primeros concursos de este tipo fue el de la Plaça del Convent de Carlet (La Ribera Alta), que sí fue transformada a finales de los 90, seguidos por muchos otros más recientes como los de Silla, Alboraia o Puçol, aun pendientes de su materialización.

Pero los ejemplos más sonados los tenemos en la ciudad de València, donde la actualidad municipal está directamente relacionada con la transformación de sus plazas. Se podría incluso decir que la corporación actual las ‘necesita’ como imagen de su primer mandato; y no estaría mal que lo consiguiera, por beneficio del ciudadano. El problema aquí es que todavía no hay resultados, y tampoco parece que se vayan a ver a corto plazo. Muchos conflictos para llevar a cabo la famosa peatonalización de la Plaza de la Reina; un concurso en marcha para el entorno del Mercado Central y algunos tímidos planteamientos para la Plaza del Ayuntamiento. Es difícil encontrar un contexto en el que se diga que la capital ha de seguir el ejemplo de los municipios de su entorno, pero quizá éste sea uno de ellos.

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