Palacios, inversión privada

Patrimonio transformado_ Jaime Alcayde, arquitecto/

Hemos hablado ya de la relación entre el patrimonio arquitectónico y la inversión privada, y aunque ésta no siempre ha dado buenos resultados, en general la podemos acoger como una gran oportunidad. Un ejemplo es el del empresario Santiago Máñez, que está retomando el proyecto para transformar la Casa de la Serena (en la huerta de Alfara del Patriarca) en centro cultural, gastronómico y para eventos; y parece querer abordarlo con la sensibilidad que se requiere, rodeado de un adecuado equipo de profesionales.

Una tipología que aboga también por este tipo de recuperación es la del palacio urbano. Grandes edificios situados en los centros de los municipios que nos hablan de la prosperidad de una determinada época y de la gloria de una familia, cuyo apellido suele aparecer en un blasón tallado en piedra e incrustado en su fachada. Son muchos estos palacios, que en pueblos y ciudades mantienen en pie la memoria de su pasado, y luchan por mantener la integridad en el presente.

Su principal fuente de recuperación ha sido tradicionalmente la administración pública, cuya inversión ha servido para rehabilitar algunas de éstas casas nobles y ubicar en ellas las sedes de consellerías, ayuntamientos o centros culturales. Pero no todos los palacios pueden esperar a que les llegue esta oportunidad, porque no siempre llega. Gozando de cierta protección patrimonial, o habiendo sido declarados BIC o BRL, siguen esperando. Por eso nos parece una gran ocasión cuando se encuentran, de pronto, con las buenas intenciones de la inversión privada. Sensibles promotores que a modo de mecenas ofrecen sus recursos para la recuperación de interesantes edificios.

Claro, por otro lado no hay que olvidar que el objetivo a largo plazo de ésta inversión es probablemente su amortización y su rentabilidad, es lícito. Contando con ello, el proceso requiere un control de las administraciones públicas (y de los técnicos especializados), y a la vez los incentivos necesarios que provoquen su puesta en marcha. Algunos ejemplos se han llevado a cabo en la ciudad de Valencia en los últimos años.

Una de las primeras grandes transformaciones fue la del Palau de Joan de Valeriola (s. XIV) para la Fundación Chirivella Soriano, que funciona desde 2005 como centro de arte contemporáneo en Velluters. Ahora hemos conocido la compra de otro Palacio de los Valeriola (en la calle del Mar) por la Fundación Hortensia Herrero, también para transformarlo en centro cultural. Por otro lado, la inversión hotelera busca edificios nobles: en 2012 se abrió el Hotel Palacio del Marqués de Caro, con una sensible y creativa recuperación del diseñador Francesc Rifé. El grupo Comatel se encuentra ahora en plena expansión con la rehabilitación de varios edificios en el centro histórico, entre los que destaca el Palacio Vallier del s. XIX, en la plaza de Manises, que también será hotel. Existen otras recuperaciones más modestas como la de la Casa Innsa en la calle Baja, un palacio del s. XVI transformado en hostal. Es interesante conocer el grado de sensibilidad de estos inversores y ver, si además de la rentabilidad empresarial, ofrecen esa gran oportunidad : la de la recuperación del patrimonio. Juzguen ustedes mismos.

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