Turismo de pueblo

Jaime Alcayde. Arquitecto.

Estamos en un buen momento para el turismo, y no sólo por fechas, sino porque desde hace unos años las cifras van al alza. El turismo es una preciada fuente de ingresos en este país, que desde siempre ha acogido al visitante que busca sol y playa. Desde no hace tanto el turista ha empezado a buscar otras cosas, gastronomía (de calidad) y cultura, y la ciudad ha cobrado protagonismo.

En València dijeron que los grandes eventos y las enormes arquitecturas la habían puesto en el mapa, y es cierto, es indiscutible que lo está. Lo que nos podemos preguntar es si con la mitad de inversión se hubiera llegado a lo mismo: a una ciudad atestada de turistas, a los que les gusta el sol, pero también la paella, el Mercado Central y la portada del Palacio del Marqués de Dos Aguas. Cierto es que el turismo es beneficioso, pero sin duda su impacto puede ser negativo cando se convierte en algo fuera de control. Barcelona se ha sabido vender muy bien como ‘marca’, pero tiene un serio problema con la convivencia entre el ciudadano y el visitante, y de momento no ha sabido resolverlo.

Estos planteamientos, sin embargo, quedan muy lejos de lo que se podría poner sobre la mesa para crear un plan turístico a nivel local, municipal. ¿Qué es lo que puede ofrecer un pueblo de L’Horta para hacer que alguien lo visite? En primer lugar, parece extraño pensar que el mismo turista que va a ver la Lonja o la Catedral de València pueda querer visitar uno de nuestros pueblos, sobre todo si nos lo imaginamos chino o alemán. Eso nos lleva a pensar que lo ‘prudente’ podría ser buscar un público local, o al menos, nacional. ¿Pero quién nos asegura que no se pueda conseguir lo contrario?

Pero el asunto se puede plantear de otra forma: ¿Qué tipo de turismo se quiere conseguir? ¿Queremos un turismo de gran impacto o sostenible? ¿Queremos hoteles en nuestros pueblos? ¿Alquiler de viviendas a mejor precio que en la ciudad? ¿Se puede plantear un tipo de turismo rural en L’Horta?

Los ‘bienes de interés’ locales son muy diversos. Descartando las playas (sólo en algunos pueblos de L’Horta Nord), existen monumentos y fiestas que tradicionalmente han dado a conocer a algunos municipios (Monasterio-El Puig, Cerámica-Manises, Cordà-Paterna, Semana Santa-Torrent o Moncada). Otros han sabido ‘crear’ esos bienes, en forma de festivales (Mostra de Pallassos de Xirivella), rutas históricas (Jaime I-El Puig) o gastronomía (Rutas de la tapa). Existen por último algunas iniciativas recientes pendientes de desarrollar, como ‘El camino del Santo Grial’, cuya última etapa tiene parada en Massamagrell, o la restauración del Palau Nolla de Meliana, que esperemos se resuelvan con éxito. De todo esto depende el resultado de aquello que podemos llamar, sin menosprecio, turismo de pueblo.

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