La carnicería Luis Andreu de Mislata dice adiós estas Navidades tras 118 años de historia
Los comercios son parte muy importante de la historia reciente de nuestras ciudades, no solo son el alma económica, sino que también social. Por allí pasan miles de ciudadanos que confían en las personas que están al otro lado, no solo para que les recomienden el mejor producto, sino también para preguntarles por la actualidad, confesarles momentos duros o alegres de su vida o pedir ayuda en algún momento si es preciso. Así ha sido durante los 118 años de historia de la Carnicería Luis Andreu de Mislata que estas Navidades echa el cierre por jubilación de sus dueños. Un negocio familiar que es historia de esta población pegada a la ciudad de València.
Los actuales propietarios cierran el negocio tras, en el caso de Luis, quien lleva el nombre y también el apellido del negocio, 50 años en el mostrador. Se podría decir que nació en la carnicería, siendo literal esta afirmación, ya que antes de la actual reforma, el comercio era la habitación de sus padres, donde nació él. En aquella época, la carnicería se ubicaba donde hoy se encuentra el obrador artesanal. Rosa Palomares es el otro 50% del actual comercio, quien en 1979 supo reinventarse para pasar de la maquina de escribir en la gestoría en la que trabajaba en Alaquàs a los mostradores del comercio histórico de Mislata.
Amparo Sabater, la abuela del actual propietario, fue la primera en tirar del carro de este pequeño comercio. Madre de 8 hijas y un hijo, Luis Andreu Sabater, quien heredaría la carnicería, encontraría siempre en su familia el impulso para dar de comer a miles de mislateras y mislateros en tiempos muy difíciles. En los 50, Luis se hizo cargo junto a su mujer Carmen Alcolea, del negocio, siendo él albañil y también matarife en el extinto matadero municipal.
El negocio ha sabido reinventarse con los años y superar todas las grandes crisis que han azotado a los pequeños comercios. Durante la última de ellas, la causada por la pandemia del coronavirus, Luis y Rosa han estado desde el primer día al pie del cañón, adaptándose a las actuales medidas de seguridad y atendiendo a su fiel clientela. Ha sido aquí cuando han vivido uno de los momentos más duros en los 118 años de historia, con el robo de la caja durante la noche, aprovechando el silencio causado por el confinamiento. Aún así, la persiana ha estado levantada todos los días.
Durante los años, el escaparate de este pequeño comercio ha variado en sus productos, siendo especialmente conocidas las hamburguesas, las cuales atraen a vecinas y vecinos de todos los rincones del municipio y de las vecinas València y Quart. «Con el cierre otros compañeros nos han pedido la receta, la cual nos gustaría que permaneciera en Mislata», explica Luis Andreu quien, junto a su mujer Rosa, desde su obrador ha manufacturado otros productos como longanizas, longanizas de pascua, jamón de york, albóndigas y múltiples rellenos que se han popularizado durante las fechas navideñas.
«Cuando me hice cargo de la carnicería, la calle Mayor era un epicentro comercial, varias tiendas de ultramarinos, una frutería, droguerías, hornos artesanales, hasta una tienda de ropa, todo ello en pocos metros. El ambiente durante las navidades era especial y recuerdo que hasta mis padres abrían durante la noche de Reyes, más que nada para disfrutar junto a los vecinos del ambiente navideño, era otra época», explica Luis, quien a los 14 años empezó ayudando a sus padres en el comercio, con un pequeño parón por el servicio militar. «Mi hijo también nos ha estado ayudando durante los días de más trabajo, pero él ha elegido otro camino y así debe ser. Cerramos con esta generación el negocio satisfechos por haber estado tanto tiempo en contacto con la gente de Mislata y felices porque nuestra nieta, la quinta generación de Andreu, haya podido compartir con nosotros muchas tardes en ‘la carni’, como ella la llama», explica Luis.
El 24 de diciembre ha sido la fecha elegida para el cierre definitivo del negocio. Luis cumplió los 65 años que le permiten la jubilación en septiembre, pero no podían cerrar tras el verano y menos en un año tan especial como este.