Centro Comercial Bonaire: del foco mediático inicial al colosal reto para su reapertura

Roberto Ruiz Oliva

Fuera ya del foco mediático inicial ante la posibilidad de que en su aparcamiento aparecieran centenares de los desaparecidos por la dana y una vez comprobado que no albergaba ningún fallecido, el centro comercial Bonaire, uno de los más grandes de Valencia, afronta la colosal labor hacia su reapertura.

Este gigante de las compras, el ocio y la gastronomía en Aldaia (Valencia), que solo el año pasado superó los once millones y medio de visitantes, debería recibir este mismo fin de semana a miles de ellos, si no fuera porque la gran riada del pasado 29 de octubre dejó sus galerías y tiendas en una especie de escenario apocalíptico.

Aunque sin clientes, el centro comercial sí sigue con cierto trasiego, el de cerca de un centenar de operarios que trabajan, en algunos casos asistidos por maquinaria, en la recuperación de los 135.000 metros cuadrados de superficie alquilable.

Su garaje subterráneo, con 1.800 plazas, quedó completamente anegado y el agua llegó a la planta baja comercial del complejo, donde las tareas se focalizan en el achique de agua, la retirada y limpieza de escombros y barro, y en el análisis y la evaluación de las instalaciones.

La intención de sus propietarios es poder reanudar la actividad «a la mayor brevedad posible», aunque todavía no es posible concretar una fecha aproximada de reapertura hasta que no finalice esa fase de análisis y evaluación, según han informado a EFE fuentes del grupo Unibail-Rodamco-Westfield al que pertenece.

Algunas de las cerca de 2.700 personas que trabajan en Bonaire -incluidos empleados de minoristas e inquilinos, de gestión y servicios-, consultadas por EFE durante una visita al interior del centro, difícilmente podrán olvidar la tarde y la noche de la devastadora dana, cuando el agua empezó a llenar el centro.

 

Una tarde difícil de olvidar

«Hacía una tarde desapacible, no había mucha gente por aquí, pero nunca imaginábamos lo que estaba por llegar», comenta a EFE uno de estos empleados, quien prefiere no revelar su nombre ni que se publique para qué conocida franquicia trabaja.

Tanto él como sus compañeros, ataviados con botas de agua y mascarillas, se afanan en retirar el barro todavía presente cerca de tres semanas después, en limpiar estanterías y en tratar de recuperar a contrarreloj todo el material que pueda salvarse, antes de que avance el moho presente ya en muchas paredes.

«No queremos pensar qué habría pasado si esto hubiera ocurrido en sábado, cuando la afluencia sí es masiva», comenta la encargada de una de las más de 120 tiendas, una de las pocas de su empresa que se ha ‘salvado’ del ERTE en el que sí estarán sus compañeras hasta que el centro pueda reabrirse al público.

Unos y otros coinciden al subrayar que, pese a los temores y el desconcierto inicial, milagrosamente no haya que lamentar víctimas personales en este gran centro comercial, a pesar de que en un inicio se temió que su aparcamiento subterráneo -que llegó a estar totalmente cubierto de agua- hubiera podido convertirse en una trampa mortal.

Desde la dirección destacan a EFE que, gracias al aviso generado por los sistemas de detección del propio centro, se activó el protocolo de actuación y evacuación ante emergencias, incluso quince minutos antes de que la alerta general fuera recibida por el resto de la población.

 

Plan de crisis

El equipo de seguridad trabajó rápidamente, de acuerdo al plan de gestión de crisis, para la evacuación, incluidos los aparcamientos, y dirigió a las personas que se encontraban en el complejo comercial hacia zonas seguras más altas y fuera de peligro, como uno de los cines que acogió durante muchas horas a los atrapados.

Entre los operarios y trabajadores de las franquicias, muchos de ellos con Equipos de Protección Individual (EPI), también es notable la presencia de vigilantes e incluso agentes de la Policía, quienes dotan de seguridad a unas instalaciones que, horas después de la dana, fueron objeto de algunos saqueos y vandalismo.

Junto a contenedores, bolsas de basura y fuertes olores, especialmente en los accesos al aparcamiento subterráneo y el hipermercado, maniquís despojados de ropa parecen aguardar en este centro la vuelta de la actividad comercial y la clientela, un trasiego que la dana paralizó aquella fatídica tarde y que algunos optimistas desearían que pudiera devolver la navidad. Queda mucha faena y esperar. EFE